Se convirtió en la comidilla de sus colegas.
Y mire que su profesión es de las rudas. Están dispuestos a soportar todo, o casi.
Ridículos, eso sí, no los tragan.
Perderían su carácter de hombres serios, de impartidores de justicia ecuánimes y equilibrados.
Le pasó el árbitro inglés Peter Walton, quien protagonizó la imagen curiosa de la jornada en la Premier League en el partido entre el Everton y el Birmingham.
El partido transcurría con normalidad para el árbitro y sus asistentes.
Así llegó el final del primer tiempo.
Se marcharon felices a tomarse un descansito en su vestidor, donde aprovecharon para refrescarse y comentar las acciones.
Nada serio hasta entonces.
Pasados 12 minutos reglamentarios calcularon que llegar al centro de la cancha les tomaría tres minutitos.
Con lo que no contaba Walton es que las cartulinas, la roja y la amarilla, se le olvidaron en el vestidor.
Y mucho menos que las iba a necesitar.
De modo que cuando tuvo que amonestar a Mutch, jugador del Birmingham, primero buscó en un bolsillo y nada; luego en el otro y, nada. El olvido estaba descubierto.
Y, bueno, ¿uno qué haría en ese caso?
Pues nada. Le disparó a Much una tarjeta invisble.
Ni el jugador ni los aficionados lo podían creer.
Menos los comentaristas.
Pasado el trago amargo, uno de sus asistentes fue por ellas al vestidor y volvió a dejarlo 'armado' para las posteriores acciones.
Qué alivio.
excelsior.com
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